Thursday 15 October 1992

La Aldea de dos Mundos

A quinientos años del descubrimiento de América, el encuentro de dos mundos, se ha arraigado un poco la tendencia a llamar a nuestro planeta "La Aldea Global". Y es que, en la actualidad, la moderna tecnología de telecomunicaciones nos pone en contacto con cualquier lugar del mundo en cuestión de segundos. Por si fuera poco, los nuevos emporios noticiosos, al estilo CNN, ponen a nuestro alcance información audiovisual amplia y detallada del acontecer en todas partes, en una cantidad mayor a la asimilable por una sola persona.

Los que hayan tenido la oportunidad de experimentar las señales de satélite que se captan por antena parabólica, se habrán enfrentado a la imposibilidad de asimilar la programación transmitida simultáneamente por más de veinte canales. A veces es difícil hasta enterarse exactamente de lo que están dando en cada canal. Más aún, aunque dispongamos de antemano de una guía de la programación, es inevitable perderse la mayoría de los programas que nos interesan, por alguna u otra razón. Si se trata de canales que transmiten noticias todo el día, es necesaria cada una de las veinticuatro horas del mismo para enterarse de todo, y no pasar nada por alto.

En los "Sistemas de Información Computarizada" (SIC), a los cuales ingresan a diario el equivalente a decenas de miles de páginas de texto, cubriendo temas desde la jardinería hasta el diseño de lenguajes de programación, se presenta exactamente el mismo síndrome de "demasiada información". La única medicina conocida contra dicho síndrome es la clasificación y recuperación selectiva. En otras palabras, todas las conversaciones se clasifican según temas de interés y cada tema se divide en secciones. En segundo lugar, se agrega una descripción breve a cada hilo de conversación, de manera que entre las decenas de conversaciones en una sección, el usuario puede seleccionar sólo unas cuantas en las que desea participar.

Con la inminente integración de la televisión, el teléfono y los ordenadores (tal vez en menos de una década) un esquema parecido al de los SIC parece razonable para utilizarse en esos nuevos aparatos. Esto tendría una serie de ventajas que se describen a continuación.

Es casi seguro que los "tele-teléfono-ordenadores" se llamarán algo así como TeleBLABLABLA, pero los niños les continuarán llamando, simplemente, "Tele", por lo tanto así los llamaré en lo que sigue.

El Menú del Chef

Como decía antes, el volumen de programación disponible en la futura Tele será cada vez mayor, por lo que será necesario adoptar algún esquema de organización y recuperación. Por ejemplo, al encender la Tele, podríamos tener acceso a un menú indexado de toda la programación disponible, que permita hurgar, de manera interactiva, en las secciones que nos interesan y ver cortos de quince o treinta segundos de los títulos que nos llaman la atención, hasta seleccionar uno o más de ellos. Una vez seleccionados, los programas que queremos ver se transmitirán en su totalidad a la memoria de nuestra Tele en cuestión de segundos. Luego podremos ver los programas memorizados a la hora y en el orden que se nos antoje, incluso intercalados o incompletos. (Los adictos a los controles remotos podrán echar a andar cuatro o cinco programas a la vez). Los noticieros tendrán una clasificación exhaustiva, en la que se podrán seleccionar los titulares, los resúmenes o la totalidad de las noticias que nos interesen. Por otra parte, no nos perderemos de ningún programa o noticia, ya que estarán disponibles los de hoy, ayer, anteayer, etc.

Cero Rollos

El video teléfono, en el cuál se puede ver la imagen de la persona con la cuál se conversa, es hoy una realidad. En el futuro, este sistema estará integrado en la Tele, por lo que, con seguridad, seremos interrumpidos en la parte más emocionante de la película por un recuadro con la cara de algún conocido que llama para saludarnos. Por supuesto que podremos conversar con más de una persona a la vez, e incluso sostener conferencias. Las contestadoras y sus mensajes: "en este momento no estoy en casa...si desea deje su mensaje después de la señal", estarán también integradas a la Tele, pero esta vez acompañadas de imagen. Al llegar a casa encenderemos el aparato para ver y oír al que nos ha llamado.

Esto plantea un problema a las personas que gustan de andar en paños menores, colocarse rollos en el cabello o aplicarse crema de aguacate en la cara. Habrá que encender la video-contestadora en esas ocasiones un tanto privadas.

Educación en una Receta

Ante el incremento en cantidad y variedad de la programación en la futura Tele, aumentará también la preocupación de los padres acerca de la información a que están expuestos sus hijos. La parte de ordenador en la nueva Tele permitirá, con toda seguridad, limitar las partes del menú de programación a las cuales tienen acceso los niños. Es posible que incluso puedan fijarse fórmulas o recetas de programación del tipo: cero violencia, cero censura D, hasta ocho programas de entretenimiento, y cualquier cantidad de programas educativos y noticieros infantiles (ah, y cero programas repetidos).

También se hace posible la educación verdaderamente personalizada. Tendremos al niño sentado frente a la Tele, interactuando con la misma, consultando y siendo supervisado por un instructor que puede hallarse a cientos de kilómetros de distancia. Las enormes inversiones en planteles de educación podrían revertirse en mejores sueldos para los educadores, mejores programas de educación, más canchas deportivas, etc. Incluso el tráfico citadino se vería aliviado.

Tele-Verduras

Los servicios disponibles en los actuales Sistemas de Información Computarizada, serán transferidos a la futura Tele. Podrán hacerse compras remotas de cualquier artículo, desde verduras hasta maquinaria industrial; consultar nuestros estados de cuenta bancarios en forma detallada, sin necesidad de que una persona nos atienda el teléfono; consultar las cotizaciones de la bolsa; leer y publicar avisos clasificados; hacer reservaciones de vuelos, automóviles y hoteles; consultar la boleta del colegio de los chamos; pagar la luz, el agua e incluso la Tele. Todo cómodamente instalados en nuestra habitación, con control remoto en mano.

La Aldea y los Dos Mundos

Lo anterior no es ficción y las posibilidades de la SuperTele son mucho mayores que las aquí expuestas. Los países "desarrollados" trabajan persistentemente en la dirección que lleva a la nueva Tele. El sistema norteamericano ISDN, que integra voz, video y datos en la misma línea telefónica, es solo un primer paso entre otros varios. El sistema MINITEL de Francia, aunque no esta integrado a la Televisión, funciona ya hace varios años.

Diversos analistas y pensadores, como Alvin Toffler ("La Tercera Ola", "El Cambio de Poder") han afirmado con insistencia que hemos entrado en la era de la información, y que las palabras poder e información están convirtiéndose poco a poco en sinónimos. Las evidencias están al alcance de todos. Así mismo, estas personas han lanzado una advertencia al tercer mundo con respecto al futuro: si no abandonamos la retórica, si no enfrentamos con certeza los problemas del subdesarrollo, si no tomamos la nueva ola, si la dejamos pasar...seremos de nuevo colonizados, esta vez por los imperios de la tecnología y la información, y la historia medieval de los dos mundos se repetirá.

Saturday 1 August 1992

Olvidar para Siempre

¿Qué es memoria?

Memoria significa capacidad de recordar, y lo que se recuerda es algún tipo información. En el campo de la informática, al hablar de memoria nos referimos tanto a la información como a la capacidad de recordarla.

La información más simple es el estado: color, peso, tamaño, etc.; y la forma fundamental del estado es la binaria: alto o bajo, claro u oscuro, largo o corto, encendido o apagado, si o no. Esta unidad básica, el estado binario, es lo que se llama en informática un pedacito de memoria, en inglés un Bit.

Bytes, Kilos, Megas, Teras...

En informática, la memoria se mide en mordiscos; en inglés, los famosos Bytes. Un Byte es un grupo de ocho Bits. Esto se debe a que, tradicionalmente, esa es la cantidad de memoria usada para almacenar un caracter, o sea, una letra, un número o un signo de puntuación (en japonés las cosas se complican). Por ejemplo, este artículo tiene exactamente 6993 caracteres (a menos que los duendes de taller decidan lo contrario) y ocupa más o menos ese número de Bytes en el disco duro del ordenador.

Un KiloByte (un K en corto) son 1024 Bytes y es el siguiente paso en la escala. El KiloByte fue la medida adecuada para cuantificar la memoria de los primeros microordenadores que tuvieron su aparición a finales de los años setenta. La Apple II y la EPSON QX-10, muy conocidas en Venezuela, contaban con 64 KiloBytes (65.536 Bytes) de memoria que, en aquel entonces, eran suficientes para todo.

La memoria de los microordenadores actuales se mide en Megas (del griego Megas, grande), que es la manera corta de referirse a los MegaBytes, que son alrededor de un millón de Bytes (exactamente 1024 KiloBytes). Esto, en cuanto a memoria, significa un salto de más de un orden de magnitud con respecto a los microordenadores de hace una década.

El Mega es también la unidad adecuada para medir la capacidad de los discos duros actuales. Un disco duro como el de mi ordenador puede contener 120 Megas de información, que equivalen a 17994 artículos como este. Para llenar el disco duro de artículos, tendría que escribir cinco diarios durante 10 años.

Normalmente los Megas bastan para referirse a los microordenadores modernos. Pero existen memorias todavía mayores. Los servicios electrónicos de información, accesibles por teléfono, poseen GigaBytes, de información de dominio público, y crecen continuamente. Un GigaByte (del griego Gigas, gigante) equivale a 1024 Megas; alrededor de mil millones de Bytes. Los discos duros de uno y más GigaBytes de capacidad, están comenzando a aparecer en el mercado.

A pesar de que las capacidades de memoria disponibles son bastante grandes, los locos de la electrónica están empeñados en colocar en un ordenador personal memorias medibles en TeraBytes (del griego Teras, monstruo). Eso es, nada más y nada menos, hablar de ¡billones de bytes! Un billón se dice rapidito, pero analicemos un poco que significa en términos de información. El libro "El Ascenso del Hombre", de J. Bronowsky, tiene 450 páginas y una cuenta aproximada indica que el texto ocuparía alrededor de 1,5 MegaBytes de memoria en un ordenador. Un TeraByte de memoria es suficiente para almacenar casi 700.000 libros como ese, o sea como ochenta años de lectura a razón de más de veinte libros diarios. Setecientas mil veces la historia del hombre ¿no es eso en verdad una memoria monstruosa?

¿Y para qué necesitamos tanta memoria?

Es un hecho conocido que todo aumento en capacidad o velocidad en los ordenadores es rápidamente llenado por una nueva, ingeniosa y exigente aplicación de la informática. Los requerimientos que colocamos actualmente sobre los ordenadores van mucho más allá del simple almacenamiento de texto. Si "una imagen dice mil palabras", es un hecho que también consume miles de Bytes.

Unos cuantos minutos de video se traducen en cientos de Megas de información. Las necesidades de la computación Multimedios (texto, video y audio) hacen enanitas las memorias que hasta hace poco considerábamos gigantescas. Y los servicios electrónicos de información, que atienden las necesidades de miles de personas a la vez, crecen aceleradamente. Pocos de lo que hacemos hoy con los ordenadores hubiera sido posible con las memorias disponibles hace unos pocos años. Y las memorias actuales no alcanzan para los que se quiere lograr.

Es probable que en el futuro cercano, toda la información que una persona pueda requerir en su vida, pueda ser consultada de manera conveniente y rápida en un ordenador personal. Para eso se requerirán Teras. Llegado el momento, las memorias "monstruosas" nos resultarán imprescindibles.

Olvidar

Solo recientemente la informática no ha comenzado a producir memorias gigantescas, pero hace ya tiempo que más de una de esas memorias existe. El cerebro humano es la máquina de recordar más perfecta que conocemos. Su capacidad está fuera las mediciones descritas en este artículo. Se trabaja continuamente en tratar de fabricar memorias que posean aunque sea un poco de esa capacidad.

Pero hay una memoria aún de mayor tamaño aún. El conocimiento que posee la humanidad como un todo es tal vez la mayor memoria que existe. Debemos a ese conocimiento miles de pequeñas y grandes bendiciones que hoy damos por sentadas, como ver las Olimpíadas vía satélite, el tener (de vez en cuando) agua corriente en la casa o que exista la informática. Difícilmente esa cantidad de conocimiento podrá ser almacenada en un ordenador. Es enorme y aumenta cada segundo, encontrando las soluciones a lo que hasta el momento anterior parecía imposible.

Creo que somos unos malagradecidos al dañar ecológicamente nuestro planeta, La Tierra. Estamos arriesgando más que el bienestar o la vida de las personas del futuro. Hacemos peligrar a la humanidad y a todo lo por ella logrado y por lograr.

Wednesday 1 July 1992

Por Favor Sr. Cartero

La leyenda cuenta que en el año 490 A.C., el soldado Filípides, cansado y maltrecho, después de haber corrido los kilómetros que separan a Atenas de Maratón, donde se había librado batalla contra los persas, falleció en los brazos de los atenienses, no sin antes entregar su mensaje: ¡Victoria!.
Más de una vez en la historia, en tiempos de paz y de guerra, vidas y bienes han dependido de la entrega de un mensaje. Las leyes de muchos países velan su inviolabilidad y la seguridad en la entrega del correo. Aquí ,en Venezuela, el correo está protegido nada más y nada menos que por La Constitución.
¿Nunca han oído aquello de "Llueva, truene o relampaguee el correo siempre llega a su destino"? En otras partes del mundo, el correo se usa cotidianamente para enviar desde invitaciones a fiestas hasta el pago del impuesto sobre la renta. Por alguna extraña razón, en Venezuela no tenemos esa confianza en el sistema postal.
A través de la historia, se ha usado cualquier medio disponible para transportar el correo. Hay muchísimos ejemplos: para empezar, el sistema del desafortunado Filípides; también las carreras de relevo, como hacían los incas para enviar sus kipus (cuerdas anudadas según un código decimal); el legendario Pony Express del lejano oeste norteamericano; las palomas mensajeras, muy usadas en tiempos de guerra (y contra las cuáles se organizaban partidas de cacería, al estilo Patán de Hanna-Barbera).; barcos, trenes y aviones, y así, hasta el más moderno sistema postal: el correo electrónico (en lo que sigue, simplemente correoE).
Tal vez el correoE nació con el telégrafo, como una manera rápida y económica de enviar mensajes. Aunque los bip-biii-bip, estaban fuera de la comprensión de la mayoría, había personas encargadas de traducir los piticos a palabras inteligibles, y viceversa. El correoE moderno también usa los bip-biii-bip, pero a velocidades mayores en varios ordenes de magnitud (miles de piticos por segundo, ¿ no han escuchado la conversación entre aparatos de FAX?)
¿Y cómo es eso del correoE? Pues mensajes, direcciones y un sistema de despacho, tal como en el correo convencional. Solo que el papel y lápiz es substituido por el editor de texto; las direcciones de calles y avenidas por códigos cortos y concretos; los buzones y carteros por ordenadores y programas; y los aviones, trenes y camiones por cables, microondas, etc.
Cualquier empresa, puede proporcionarse un sistema privado de correoE a un costo razonable, acabando definitivamente con el "síndrome del memo extraviado". Otros tipos de correoE permiten la comunicación entre personas en prácticamente cualquier parte del mundo. La mayoría de estos servicios son pagos, pero las tarifas son mucho más económicas que las del correo convencional. Con servicios básicos, que ya se ofrecen en Venezuela, un mensaje electrónico a otro país (tomando en cuenta los costos de subscripción, mensualidad y tarifa por hora) cuesta menos de la cuarta parte que su equivalente Ipostel.
También existen sistemas de correoE cooperativos muy exitosos a pesar de que el comunismo esté pasado de moda. En éstos sistemas, cada ordenador participa transmitiendo los mensajes de otros ordenadores, un trecho más cerca de su destino. Los usuarios más importantes, como las universidades, corren con los trechos y los costos más grandes. Es una coincidencia interesante que durante el golpe militar dado a Gorbachov en la (ex) Unión Soviética, gran parte de las noticias que lograron atravesar el estado de sitio fueron transmitidas, precisamente, a través de uno de estos sistemas de correoE (deben disculpar que no tenga la referencia a mano).
Pero ¿por qué, en la era del video-teléfono necesitamos un nuevo servicio de correo? Sencillamente, porque el envío masivo de mensajes en un tiempo de entrega razonable, será siempre mucho más económico y más eficiente (como el Metro es más económico que tener carro, y más eficiente para la ciudad). Esto será así aún cuando dispongamos de sistemas de comunicación tridimensional e intercambiemos con nuestros conocidos en una colonia lunar. Pero, aún con la tecnología actual, el correoE es bien interesante, más allá del hecho de evitar el desagradable sabor de la goma de estampillas.
En primer lugar, en esta década ecológica, ningún ahorro en el consumo de papel y energía es despreciable. Por otra parte, hasta James Bond (el agente 007) admiraría la seguridad de los mensajes electrónicos, que pueden codificarse de manera indescifrable hasta para la famosa CIA, con lo cuál, lo que es ley, se cumple de facto. Además, la entrega de los mensajes puede garantizarse casi en un cien por ciento y dentro de un tiempo de entrega mucho menor al del correo habitual.
Para los que odian escribir a máquina, los dictáfonos y el correoE con voz están a la orden del día. Los yuppies no tienen por que privarse, ya que la tecnología necesaria para el correoE celular ya existe. Y para las cartas de amor, la informática ofrece una gama de efectos sublimes de color y sonido, pero los que gustan de firmar sus misivas con su perfume, tendrán que esperar todavía un poco.
Pero, sobre todo, el correoE es una de las formas en que la informática acerca a la humanidad, diluyendo las fronteras nacionales. Incluso la frontera del idioma será rota tarde o temprano, tal vez a través de la traducción automática. La integración de los sistemas de comunicación entre naciones llevará, eventualmente, a que el correoE se convierta en algo cotidiano y global, y a lo mejor, entonces, no dudemos en en intercambiar, en cualquier momento, un par de líneas (solo dos), con alguna persona en Argentina, Francia, Israel, Japón o Australia. Quizás entonces las guerras, siempre producto de la incomprensión, puedan llegar a su fin.

Monday 1 June 1992

Programa

La concepción clásica de un programa de ordenador, es la de una secuencia de instrucciones o pasos, que permiten indicar al aparato como llevar a cabo determinada tarea o cálculo. Lo anterior no difiere mucho de la definición general de la palabra "programa" en el diccionario.

Los primeros computadores eran programados pasando interruptores o algo parecido, lo cuál consumía muchisimo tiempo y hacía que se cometieran numerosos errores. Las personas capaces de programar esos aparatos eran merecidamente tratados casi como genios, una especie rara y escasa. Los primeros lenguajes de programación y las lectoras de tarjetas perforadas (que curiosamente habían ya sido empleadas desde hacía más de un siglo para programar telares), fueron adoptadas para permitir que los programas pudieran expresarse en una forma más sencilla para el programador, disminuyendo el tiempo empleado y los errores cometidos en cada programa. Los primeros lenguajes de programación concibían los programas como secuencias de instrucciones, y muchos de los lenguajes posteriores y actuales siguen el esquema "secuencial" de programación, ya que este hasta ahora se ha prestado para casi todas las aplicaciones del ordenador. Aún así, paralelamente, se han venido diseñando lenguajes para ordenadores que permiten adoptar hacia los programas puntos de vista muy diferentes al secuencial: lenguajes lógicos, funcionales, relacionales, orientados a objetos, etc. etc. etc. Los modernos lenguajes para ordenador abundan . Algunas de sus características son comunes entre varios de ellos, pero muchas otras son muy particulares de cada grupo o de cada uno. Lo notable es que dichas características no reflejan diferencias entre los ordenadores que son programados en dichos lenguajes, sino más bien diferencias en la concepción de como escribir un programa, ya que los computadores actuales son, a efectos prácticos, casi todos iguales, fundamentalmente tontos y muy parecidos en su concepción a los que había hace cuarenta años. Entonces, ¿por qué diseñar nuevos lenguajes si los existentes sirven al proposito deseado? ¿qué se busca al concebir la programación desde diversos puntos de vista?

George Orwell, en su libro de ficción titulado "1984", describle como "El Partido" dedica considerables esfuerzos en la definición del idioma oficial del imperio, la "neolengua". Mes a mes se inventan nuevas palabras que describen de manera más adecuada los conceptos y la ideología de "El Partido". Pero más importante aún, cientos y cientos de palabras, verbos, sustantivos y adjetivos, son eliminados del idioma oficial, con un objetivo bien definido: evitar que conceptos o ideas contrarios a los de "El Partido" puedan expresarse en el idioma, y de esa manera afectar para siempre la mente de las personas, bajo la consigna de que no se puede pensar ni transmitir un concepto que no se puede expresar en palabras. La proposición del libro de Orwell es un tema clásico en filosofía: "el lenguaje es límite del pensamiento". Es decir, por ejemplo, que amor y libertad son conceptos transmitidos de generación en generación y no emociones arraigadas en la mente y el alma humanas. ¡Falso entre todas las falsedades! Las ideas y conceptos pertenecen al hombre, y es el hombre mismo quien encuentra la manera de expresarlos, con el lenguaje hablado, el de la pintura, el de la música o el que haga falta. Quién dude, que reflexione acerca de la paradoja de la palabra "lenguaje".

Los científicos de la informática han creído en que el lenguaje es solo el medio de expresión para la mente, y en eso radica su afán por estudiar e inventar nuevos lenguajes más ricos y expresivos. ¿Por qué no usar un lenguaje humano, como el castellano, para programar ordenadores? No conocemos un lenguaje más expresivo que el que hablamos, pero este todavía es inadecuado desde el punto de vista de la informática. El lenguaje hablado es sumamente complejo en su estructura y está plagado de ambigüedades. Una frase tiene significado diferente deacuerdo a las frases que le preceden y le siguen, o sea el contexto, y esto es todavía muy dificil de tratar en un ordenador. Entendemos el lenguaje que hablamos porque somos muy inteligentes, aunque aún asi no seamos completamente inmunes a las dificultades del idioma: "No me estas entendiendo...dejame expresarme de otra manera". Los lenguajes de programación incorporan, fundamentalmente, expresiones del lenguaje usado en las matemáticas, poseen frases que son normalmente independientes del contexto y dejan poco margen a la ambigüedad, lo cuál los hace mucho más utiles y aplicables a las necesidades de la informática. Dando por sentado que los "programadores" son personas inteligentes y preparadas, es razonable que se dedique un considerable esfuerzo a proporcionarles herramientas, entre ellas lenguajes, que permitan que sus ideas se hagan eficazmente palpables en un ordenador.

Para terminar, es notable el hecho de que a pesar de las diferencias entre los lenguajes hablados y los de programación, ambos grupos sean estudiados dentro del mismo marco teórico. Los estudios, investigaciones y resultados en la teoría de los lenguajes son generales, y aplicables por igual a los lenguajes hablados y a los de programación. El estudio de otros lenguajes, como el de las ballenas, podría encajar dentro de la misma teoría o una ampliada. Así, cada descubrimiento en el área de los lenguajes puede traducirse en el diseño de un mejor lenguaje de programación y, aunque suene poco ortodoxo, lo mismo puede ocurrir con los otros grupos de lenguajes, incluso el humano. Una vez entendido el lenguaje de las ballenas, podríamos mejorarlo y enseñar la nueva versión a dichos mamíferos, haciendo de la comunicación entre ellos y con nosotros más sencilla, pero es poco probable que los descubrimientos en la teoría de los lenguajes provoquen cambios fundamentales en las lenguas nacionales, ya que estas sufren de una evolución y una inercia que ni siquiera las academias nacionales de la lengua pueden controlar. Pero lo anterior no impide que se diseñen nuevos lenguajes de habla humana para áreas de intercambio internacional como el de la diplomacia. El medico polaco Zamenhof dedicó gran parte de su vida a la tarea de diseñear un lenguaje compacto, coherente, regular, sin excepciones y muy fácil de aprender, con la idea de que con un idioma común las naciones se acercarían y terminarían las guerras. Zmanhof publicó en 1887 el Esperanto, un idioma completo con solo 16 reglas gramaticales, pero que nunca tuvo la aceptación que él esperaba. Tal vez sea este el momemto de hacer otro intento, y el "nuevo orden mundial se preste para ello".

Por último, queda en mi cabeza, al respecto de los ordenadores y el lenguaje, un tema para los escritores de ciencia ficción. La era de los ordenadores "inteligentes" se acerca. Estos, seguramente, entenderán bastante bién los lenguajes que hablamos y serán bastante capaces de resolver las dificultades e inconsistencias de los mismos. Este hecho tiene una implicación notable: las máquinas del futuro serán programadas, y en genral instruidas, a través del habla. Vamos a hablar con las máquinas, y parte de su respuesta será también pronunciada en nuestro idioma: "máquina, dibuja un círculo!", "¿que és un círculo?". La manera en que lograremos que las nuevas máquinas hagan lo que deseamos será tal vez a través de un proceso que imagino muy parecido al de enseñanza entre maestro y alumno. Y entonces ¿qué relaciones de poder y dependencia aparecerán entre nosotros y esos entes artificiales? ¿cómo reaccionaremos ante un aparato que sea capaz de pronunciar nuestro nombre cuando requiera nuestra atención? ¿serán estas máquinas como nuestros esclavos, nuestras máscotas o nuestros alumnos? ¿les pondremos nombres? ¿serán buenas compañeras de conversación, o contribuirán a acrecentar la sensación de soledad característica del hombre moderno?..."ATENCION POR MOTIVO de viaje me venden, ordenador INTELIGENT 1, sexto grado primaria aprobado, responsable, simpatico, exelente para labores de seguridad, Robotino, tlf. 575-7575, 1200 bps, 1 stop-bit, sin paridad, las 24 hrs".

Friday 1 May 1992

Reflecciones sobre Informática

COMPUTACION: f. Cómputo, cálculo (Sinón. V. Cuenta).

COMPUTADOR: m. V. ORDENADOR.

INFORMATICA: f. Ciencia del tratamiento automático y racional de la información.

ORDENADOR, RA: M. Calculadora electrónica, constituida por un conjunto de máquinas especializadas depen­­dientes de un programa común, que permite, sin interven­ción del hombre, efectuar complejas operaciones arit­méticas y lógicas.

Pequeño Larousse Ilustrado.

La aparición de los computa­dores electrónicos en este siglo fue impul­sada principalmente por la necesidad de llevar a cabo en forma más rápida y libre de errores la inmensa cantidad de cálculos requeridos por ciertas actividades hu­manas, como las grandes obras de ingeniería y los censos. Los términos Computación, Computador y Máquina Computadora ya habían sido usados con ante­rioridad por los investigadores pio­neros en el área, pero es en el momento de la invención y el sub­siguiente uso y aceptación de los nuevos mons­truos electró­nicos, cuando estos términos se acuñan en el idioma cientí­fico y cotidiano.

En cualquier diccionario en­contramos que las palabras computador y computación derivan de la palabra cómputo, la cuál s su vez es sinónimo de cálculo. Las pala­bras computador y com­putación son las traduc­ciones literales de las usadas en in­gles, lengua materna de las grandes calcu­ladoras, para referirse a dichos aparatos. Aún en la actualidad, los países anglo‑parlantes usan el término Computer Sciences (Ciencias de los Computadores) para referirse a esta área del quehacer hu­mano. El título otorgado por la Universidad Central de Venezuela es el de Licenciado en Computación y el otorgado por la Universidad Simón Bolívar es el de Ingeniero de Computación. Al parecer , todavía las palabras derivadas de cálculo describen bastante bien a estas máquinas y al uso que les damos. Y es que estas, las nuevas máquinas, aunque mucho más pequeñas y poderosas, guardan inmensas similitudes de carácter técnico con las primeras. Pero a pesar de esto, las palabras derivadas de cálculo ya no describen adecuadamente el quehacer en torno a las nuevas máquinas, ni a la profesión que se desen­vuelve en torno a ellas.

En su afán característico de castellanizar todo nuevo tér­mino o palabra extranjera, la Real Academia de la Lengua Española se dio a la tarea de adjudicar (o inventar) un nom­bre castizo para las nuevas máquinas electrónicas, y otro para la ciencia que había surgido en torno a ellas. Sus elecciones fueron ordenador e informática respectivamente. La palabra ordenador quiere decir simplemente "el que (o lo que) ordena" y es de uso am­plio en el hablar cotidiano; su definición ha sido ampliada para incluir a las máquinas electrónicas. En cambio, la palabra informática figura en el diccionario solo para referirse a la ciencia de las nuevas máquinas electrónicas. Según el Pequeño Larousse Ilustrado, la informática es la "Ciencia del tratamiento automático y racional de la información". Aunque no figura en esta breve definición, suponemos que la informática se lleva a cabo con los ordenadores y que estos lo que ordenan es información. Ahora bien, ¿por qué inventar una palabra y no simplemente oficializar el uso ya frecuente de las palabras computador y computación?

El uso que damos y la forma como enfrentamos a las nuevas máquinas ha venido cam­biando desde su invención. Desde la aparición de los mi­cro‑computadores y la conse­cuente penetración en la vida cotidiana de la informática, nuestra visión ha tomado otras muy diversas pers­pectivas. Si bien el uso principal de los orde­nadores es todavía el de "calcular" (el software o progra­mática más vendido en la historia de los ordenadores está constituido por las hojas de "cálculo"), nos pregunta­mos: ¿Cuáles son los cálculos que llevan a cabo un proce­sador de palabras o un grafi­cador de presentaciones? ¿Existe alguna cuenta que, usan­­do como dato un nombre o una cédula de identidad, de como resultado la lista de cuentas que una persona mantiene en un banco? ¿y qué respecto al diseño gráfico y el arte realizados a través de orde­nadores? Si existen "cálculos" en estos ejemplos de uso del ordenador, sus características y ubicación están fuera de la visión de la persona común.

Ahora, en la era de la popula­rización de la informática, podemos escuchar a cualquiera que use un ordenador hablar en términos técnicos antes reser­vados: interfaces gráficas, menús de opciones (no los de la banca acreedora), iconos, ratones, etc. Los ordenadores y sus parientes han penetrado nuestra vida cotidiana en las áreas más diversas: son los nintendo, que proporcionan horas de diversión y aventuras a los niños (y un poco de sosiego a los padres); lo atien­den a Ud. en el cajero elec­trónico de su banco (pí pí, pí pó y ya!); atienden a los ope­radores que se encargan de la conformación telefónica de cheques y a los del servicio de información de la CANTV (el ahora utilizable 103); presen­tan la ubicación, velocidad y estado de cada uno de los trenes en las estaciones de control del METRO; sirven de agendas electrónicas tamaño bolsillo en las que cabe infor­mación mejor organizada y en mayor cantidad que en cualquiera de las de papel; lo­gran que un violín suene como un piano (gracias al tratamiento computarizado de los sonidos); simulan desde la red vial auto­motriz hasta la economía de un país (no se si las de este país) ayudando a los planificadores en el diseño de mejores vidas para nosotros; organizan, en forma analizable, la inmensa cantidad de señales que llegan del espacio exterior; pueden diag­nosticar padecimientos en seres humanos con muy poca información; y más. El orde­nador se ha convertido en un aparato cotidiano, útil y de fácil uso, alejando la palabra "cálculo" de nuestra noción de informática, junto a la descon­fianza hacia los ordenadores de aquellos de nosotros que siem­pre sufrimos con las matemáti­cas en bachillerato.

Pero la evolución de las máquinas electrónicas no se detiene aquí. Más bien acelera su paso. Queremos máquinas in­teligentes. Por ahora nos con­formaríamos con una que tuvie­ra la inteligencia de un perro doméstico. Esto parece imposible, pero está a las puertas del próximo siglo. Los avances en inteligencia artifi­cial siguen el paso vertiginoso que la informática ha tenido desde sus inicios. Ya existen máquinas semi‑orgánicas las cuales no son programadas, de la manera que se hace con los ordenadores actuales, sino que más bien son enseñadas a llevar a cabo tareas (¿razonamientos?), tal vez de poca utilidad práctica, pero conceptualmente funda­men­tales en la consecución de las máquinas pensantes. Estos adelantos, unidos a la mayor comprensión que se tiene cada día de nuestro propio cerebro, llevarán seguramente a que en pocos años podamos contar con esclavos artificiales (si se pre­fiere: robots, autómatas o an­droi­des) que, a pesar de ser fundamentalmente tontos, po­drán encargarse por nosotros de tareas intelectualmente nulas y tediosas como sacar la basura, pasear al perro o hacer la guerra. Queremos, al final, máquinas que piensen por nosotros, que sepan desde ele­gir la ropa que más nos fa­vorece hasta invertir en la bolsa de valores. El "por qué" de esta querencia lo encontramos en una inquietud humana primi­tiva, de la cuál la informática es solo la imagen en voga: lel afán por la automa­tización.

El afán por la automatización ha exis­tido en nosotros desde que el hombre es hombre. Tal vez desde la invención de la rueda, el dominio del fuego o la domesticación de los ani­males hasta entonces salvajes. A los productos de este afán se les llama progreso, y en todas las épocas ha tenido fanáticos y detractores. Los intelectuales, investi­gadores e inventores de cada época han aportado cada adelanto, tal vez, en bien de la humanidad: para que el hombre común pueda trabajar menos y cultivarse más en pos de pen­samientos más nobles; pero en más de una opor­tunidad estos adelan­tos trajeron consigo todo lo contrario: desempleo, reduc­ción de salarios y aumen­to de las horas de trabajo, guerra, colonialización y esclavitud.

¿Qué ocurrirá cuando logre­mos fabricar máquinas pen­santes? ¿Estará entonces el progreso en beneficio de todos o solo en el de los más poderosos? Son interrogantes cuya respuesta es tarea de inte­lectuales y es­critores de ciencia ficción. ¿Estará dis­puesta la Real Academia a in­ventar las nuevas palabras?